La muerte cabalga rápida
a lomos del último beso,
aun cuando no hayas
decidido dármelo.
Aprovechemos
la felicidad que podamos
mientras el beso de la muerte,
ese que te arranca el hálito,
y te deja inerte ante el silencio
de la presencia secuestrada.
Entramos en esa falsa decadencia
donde podamos ante el confesionario
la vida que llevamos a cuesta.