Imagen: propia
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A veces pienso
que un poeta es
un general sin batalla.
Una ojiva sin metralla.
Un cuco enmudecido
por el extravío
de su cuerda.
Solo a veces.
Hasta que las rimas se retan.
Sobre el precipicio de las palabras.
En el océano de los sonetos.
O en las mismísimas puertas
del averno, vomitando versos.
Como lava fundente.
Metáforas ahuecadas.
Envueltos en manta encinta.
Gotas que saltan de una mirada a otra.
Pecamos por omisión de banalidad.
O gritamos palabras que se derriten mansas.
Adornamos el silencio entre griterío de color.
Damos aroma familiar a los rincones.
Apuramos la copa del recuerdo.
Lavamos nuestras manos en agua de canalón.
Esperando que todo cambie.
Y nada cambia.
Rompemos cantos
Adornamos profecías.
Abrimos puertas de luz.
Y hacia la luz, combatimos sombras.
Callamos cuando llueve,
por su inmensa grandeza.
Torrentes de triple silencio.
Cuanto más morimos,
mejor amamos.