Me atormenta la nostalgia.
Nada concreto.
Tan solo el tiempo
que ya no respiro.
Las frases olvidadas.
Los actos no perpetrados.
El lento quejido.
Los gritos imperceptibles.
La distancia milimétrica.
Lo obsceno de la calma.
La pérdida de entusiasmo.
El exceso de conocimiento.
Las guerras. Las malditas guerras.
Las sanguinarias y las incruentas.
Esas que que no matan,
pero horadan la autoestima.
He olvidado músicas enteras.
Hago esfuerzos redoblados
para seguir hablándome
cuando me enfrento al espejo.
Caminamos juntos,
y seguimos en soledad.
Sobreviviendo.
Respirando ecos.
Sin valorar que,
con un chasquido de tus dedos,
estaría dispuesto a colgar
mi gabardina en tu perchero.
Llevo cambiados
mis pasos de baile.
Mi mente vuela sola
y no sabe asirse a tu mano.
Un espejo me presenta
la curva de tu espalda
y me quedo sin opciones:
Quiero aprender a amarte.
Sin dejar de caminar.
Sobre los raíles del tren.
Sin estaciones.
Juntos.