Ndemos en la locura

lunes, octubre 1, 2012 Permalink 0


Imagen: F. J. Alfonso








Eres palpable. Etérea, dulce.



Pétalos que patinan sobre una piel ajada y a la vez ilusionada en reinventar un diferente concepto de vida.

Besos acunados en tus labios. Adormecidos por el suave tacto de tu lengua.




Húmeda y traviesa hasta límites irrespetuosos e imprescindibles.





Deseos que no puedo imaginar, y que cada día me entregas gota a gota

Olvidar no consiste en mirar al pasado, sino al futuro.

Allí donde eres la reina. Mi única reina.




Vamos creciendo.





A veces destrozamos lo construido.




Aunque siempre hay una fuerza que te impulsa a recoger los retales precisos que has vivido.



Una nueva vida con los grandes trozos de alegría que has disfrutado y compartido.

Esa historia oriental que tanto me gusta y que nos recuerda que el nacimiento de una mariposa,




encandila al mundo, más allá de la sublimación de la muerte de su crisálida.





Algo tan sencillo que su evidencia nos pasa desapercibida.

Al final la vida es un calidoscopio de experiencias, que, por selección natural,




vamos componiendo con los trozos que salvamos de naufragios y vivencias.


Viéndolo así, el final de la vida no es más que un crisol de buenos tiempos.




Tamiz de los malos momentos que atrás quedan para siempre.






Entonces,

¿Por qué os empeñamos en ver solo lo malo? El último minuto de la vida lo tenemos para recordar.




¿Vas a seguir desgastándolo en llorar tus fracasos o en atesorar los buenos tiempos que forjaron quien eres?

Creo en ti.






En tus sueños. En tus largas piernas. En el aroma de tu cuello. En la dulzura de tu pecho.




En tu entrega. En tus dudas. En la mágica forma de decirme a traición, que aún me quieres.

No tengo que consultarlo con más oráculo que el altar de tus labios cada mañana.

Es una buena forma de ser feliz.








Somos un lienzo en blanco.

Tú el anverso, yo el reverso.

Tú escribes y yo respiro la tinta con que lo trazas.

Tú construyes aviones de papel, y yo la fuerza que les hace volar.






¿Has pensado, alguna vez, en dejar de perseguir estrellas fugaces y en ponerte a brillar hasta convertirte en una de ellas?




Podría adorarte cada noche elevándote mis deseos para recibirlos, nuevamente, derramados a tu capricho.

Si hace falta, lloraré pétalos de flores con tal de conmoverte y compartir tu almohada.






Licuaré mi sangre en dulce ambrosía.

Daré la vida que necesita tu alma para desterrar el último estremecimiento de agonía.

Nademos en la locura y no guardemos en la orilla, ropa alguna.