En los límites de la realidad
se extiende la frontera de la ilusión.
Esa que traspasábamos a diario
cuando no levantábamos un metro del suelo.
…
Un calidoscopio se convertía en cañón de luz.
Una nube perdida en la cuadriga de Ben-Hur.
El sonido de una gaviota en un dragón volador.
Y las olas el mar en temibles vikingos.
…
Un puñado de diez amigos del barrio
hacíamos incursiones a diario
invadiendo un mundo vedado
y a la vez deseado.
…
Atacábamos incesantemente.
Cambiando escudos por espejismos.
Y afiladas espadas
por globos repletos de agua.
…
Estaba prohibido pasar
sin una sonora sonrisa.
Nunca hacíamos prisioneros.
Y siempre prometíamos regresar.
…
Hoy en día sigo con mis incursiones.
En silencio y observando.
Con la prudencia de la edad
y la nostalgia de la ingenuidad.