Travesía a lomos del silencio

lunes, marzo 31, 2025 Permalink 1

Vivir es convulso, sí.
Pero también es necesario. Y profundamente valiente.
Especialmente cuando uno nace y resiste desde un archipiélago que carece de espejo donde mirarse,
donde cada mañana es un acto de fe, y cada noche, una renegociación con el cansancio.

El equilibrio no se encuentra,
se busca. Siempre.
En medio de galernas que no avisan,
de tormentas que no esperan,
y de discursos huecos que nunca supieron encender un alma.

Y aun así, combatimos.
Con lo poco. Con lo simple.
Con una melodía silbada al pasar.
Con una nana que no duerme al niño, pero sí adormece las heridas.

Las ganas de vivir…
esas no se explican.
Son omnipresentes, infinitas, misteriosas.
Como el rostro de quien nos mira con los ojos de un niño en su primer circo:
con una mezcla de asombro, vulnerabilidad y una fe que no sabe rendirse.

La mente, sí,
es un campo de batalla.
Pero también es la balsa de aceite donde flotan nuestros sueños.
Y a veces, basta una palabra —solo una— para activarlo todo.
Para reconectar con lo que somos debajo de los días.

Por eso, conversar no es solo un acto.
Es un arte.
Un poder.
Un puente sobre la incertidumbre.
Una travesía que no se hace con los pies,
sino cabalgando sobre el sonido.


Porque al final,
no es el ruido lo que nos salva,
sino la melodía escondida en medio del caos.

Y cada vez que alguien se atreve a pensar en voz alta,
a soñar sin permiso,
a conversar sin miedo,
la vida se afina un poco más.

Esta es nuestra travesía.
Hecha de viento y palabra,
de isla y de verbo,
de convulsión…
y de coraje.

Y si algún día alguien pregunta cómo lo hicimos,
diremos simplemente:
“Cabalgamos sobre el sonido…
y nunca dejamos de escuchar.”

Lo que nadie vio, pero yo sí

viernes, marzo 28, 2025 Permalink 1



No sé en qué momento exacto crucé la línea entre sobrevivir y construir.
Quizá fue cuando dejé de pedir explicaciones
y empecé a dar sentido.

Vengo de un lugar donde los abrazos eran escasos,
donde las certezas se ganaban con silencio,
y donde la piel aprendía a resistir antes que a confiar.

No transité caminos fáciles.
Pero no los quise fáciles.
Quise que fueran míos.

Superé lo que no se cuenta.
Perdoné lo que siempre duele.
Y seguí, no por orgullo,
sino porque alguien tenía que demostrar que se puede.

Hoy no me mido por lo que tengo,
sino por lo que he sido capaz de no perder:
la ternura, la lealtad, el fuego.
Y esa fe callada de que todo esfuerzo noble deja huella,

aunque nadie aplauda.

Sí, he llegado lejos.
Pero no me olvido de dónde partí.
Porque ahí, justo ahí,
nació la parte más invencible de mí.

Creo que estoy haciendo algo mucho más grande de lo que parece.

Estoy hablándole a mi historia mientras sigo escribiéndola.
Estoy poniendo orden donde otros pondrían silencio.
Estoy conectando puntos, recogiendo pedazos, afinando recuerdos,

reclamando lo que merezco, soltando lo que pesa, abrazando lo que fui

y dando sentido a lo que soy.

Y lo hago con una mezcla única de lucidez, estrategia, sensibilidad y coraje.
No he venido solo a desahogarme.
He venido a dejar un rastro.
Un testimonio. Un legado.


Uno que no nace de la comodidad, sino de la lucha bien librada.
Y al hacerlo aquí, conmigo, también estoy ensayando otra forma de crear:
una que no necesita audiencia inmediata,
pero que un día será faro para otros.

Así que… ¿qué hago aquí?
Me estoy salvando.

Me estoy construyendo.
Y me estoy enseñando cómo se hace.

Y eso, amigo, es profundamente humano.

Y hago bien.
Porque quien espera no se rinde,
quien espera todavía cree,
y quien cree, incluso con cansancio,

incluso con dudas,
todavía emana fuego.

Espero con los ojos abiertos.
No como quien aguarda milagros,
sino como quien sabe que lo que vale la pena lleva tiempo,

lleva alma y lleva verdad.

Y aquí estoy,
esperando contigo.
Hasta que todo lo que he sembrado, florezca.
Y lo hará.
Porque nunca abandono.

Nunca me escondo.

La preciosidad de lo real

lunes, marzo 24, 2025 Permalink 1

Nunca volamos tan alto como cuando decidimos alejarnos del eco del barrio,
de ese acervo que nos arropaba y nos retenía,
como si para encontrar lo eterno hubiera que traicionar lo inmediato.

Buscábamos a gente como uno,
a compañeros que respiraran con el mismo ritmo de la herida y del sueño.
Y mientras tanto, descubríamos que los viejos amores no estallaban,
no eran fuegos artificiales,
pero estaban preñados de efectos especiales,
de esos que solo se ven cuando apagas el ruido y enciendes la memoria.

Era nuestra historia, sí,
pero escrita en minúsculas.
Una historia que nadie pondría en los libros,
y sin embargo, fue la que nos salvó más veces de lo que fuimos capaces de contar.

Convivimos con aquella larga infancia que nunca se fue,
que sigue al acecho en cada gesto,
en cada mirada que esquiva el espejo.
Y entonces nos dimos cuenta:
el olvido es una solución fácil,
pero la realidad vuelve.
Siempre vuelve.

Con los nombres que habíamos enterrado,
con los lugares que juramos no pisar jamás,
con las personas que fuimos dejando atrás creyendo que no eran parte del trayecto.
Y sin embargo, eran ellos los que sostenían la brújula.
Los que marcaban el rumbo.

Porque la vida, con su absurda precisión,
va dejando destellos como pistas,
migas luminosas que, si te atreves a seguir,
te devuelven a ti mismo.

Volver es un arte.
Volver es recordar que la música y el espíritu no están tan lejos uno del otro,
que en su encuentro se esconde lo más hermoso,
lo más intenso,
lo más valorable.

Así que no huyamos más con la imaginación fugitiva,
esa que promete pero no habita.
Démosle valor a lo verdadero.
Al espectáculo de la preciosidad.
A eso que se siente sin gritar,
que se queda sin atar,
que se reconoce sin adornos,
pero brilla más que todo lo inventado.

la construcción silenciosa

sábado, marzo 22, 2025 Permalink 1

El gran fracaso del peón no es caer, sino hacerlo sin haber cambiado el tablero.

Porque el peón no está hecho para la gloria inmediata, sino para la construcción silenciosa de la victoria. Su destino no es brillar, sino abrir camino.

Si muere sin haber protegido, sin haber avanzado, sin haber forzado al rival a moverse distinto, entonces sí ha fracasado.

Pero si su sacrificio permite que la estrategia siga viva, si su caída inclina la balanza, entonces no ha perdido, ha trascendido.

En el ajedrez, como en la vida, los que entienden su rol no temen caer, porque saben que cada pieza tiene su momento, y que la victoria nunca es de uno solo.

La leyenda del deseo que cabalga

miércoles, marzo 19, 2025 Permalink 2

 

Hay una leyenda que se conserva a través del tiempo, susurrada en lienzos de piel y madrugada, hablada en el idioma de las bocas que se tropiezan sin preguntar.

Habla de la libertad.

De la libertad de amar, sin mapas ni pretextos.
De la libertad de sentir, sin medida ni contención.
De la libertad de entender, sin miedos ni barreras.

Hubo un tiempo en que la gente negó el amor, lo volvió cálculo y norma, lo encajó entre planes y tratados.
Pero el deseo no muere. Emerge, siempre.
Y hoy, en la rendija de lo cotidiano, se convierte en una necesidad clásica, urgente, eterna.

No queremos romances en cautiverio ni murmullos reprimidos.

Queremos cuerpos en llamas, una combustión que no busca permiso.
Un tango que no es solo un baile, sino una batalla de pieles que se niegan y se amarran.
Un abrazo sin resistencia, donde los huesos crujen bajo el idioma de la entrega.

No queremos la ausencia de deseo, añoramos su vértigo.
La tensión que electriza la piel antes del primer roce.
La mirada que se desliza sobre un cuerpo, no para poseerlo, sino para descifrarlo.
El azar de las emociones, esa danza sin coreografía donde dos cuerpos se buscan y eligen prenderse.

Queremos un amor que haga extrañar al mar, que deje sobre la piel la sal de lo inevitable.
Que haga temblar el tiempo, como si todo fuera un preludio.
Que no necesite nombre, porque su intensidad lo concreta todo.

Que sea llama y ceniza, hambre y saciedad, huida y regreso.
Que cabalgue, siempre, hacia la eternidad de un instante.

Epitafio de la plenitud

domingo, marzo 16, 2025 Permalink 1

DIÁLOGO FINAL ENTRE EL HOMBRE Y TANATOS

—Epitafio de la Plenitud—

(Oscuridad. Un vacío sin tiempo ni peso. El Hombre está de pie, descalzo, con las manos vacías. Pero no siente ausencia, sino plenitud. Tanatos lo observa, paciente, con la certeza de quien ha visto a todos llegar del mismo modo. O eso creía.)

TANATOS:

Llegas con nada.

HOMBRE:

No porque no tuve. Sino porque lo di.

TANATOS:

Los hombres suelen traer consigo lo que protegieron del tiempo. Tú, en cambio, llegas despojado.

HOMBRE:

El tiempo me condenó a la mortalidad, pero no al miedo. ¿De qué me servía retener lo que solo pesa si no se entrega?

TANATOS:

Los sabios intentan burlar mi sombra dejando su nombre en piedra, tallado en historia. Tú no traes nada.

HOMBRE:

Porque no creo en piedras, sino en ecos.

TANATOS:

Los ecos también mueren.

HOMBRE:

No los que encienden algo más grande que uno mismo.

(Tanatos lo observa con extrañeza. No con desdén, sino con un matiz leve, sutil, como si viera algo que jamás había considerado.)

TANATOS:

¿Entonces creíste que podrías vencerme?

HOMBRE:

No. Nunca fue una guerra. No hay lucha cuando se entiende que lo inevitable no es el enemigo.

TANATOS:

Y aún así, vaciaste tus manos.

HOMBRE:

Porque solo las manos vacías pueden dar sin reservas. Lo único que me pertenece es lo que fui capaz de ofrecer.

TANATOS:

(Ladea la cabeza, examinando un acertijo que nunca había contemplado.)

Los que llegan sin miedo suelen ser los que más temblaron en vida.

HOMBRE:

Tal vez. Pero si temblé, fue de entrega, no de pérdida.

TANATOS:

(Lo observa con más atención, y por primera vez, en sus ojos se refleja algo que nunca ha sentido: la mirada de aquellos que valoraron lo entregado. No lo poseído. No lo retenido. Lo dado sin reservas.)

Y dime, entonces, ¿qué queda de ti?

HOMBRE:

Nada que puedas llevarte.

(Silencio. Tanatos comprende la paradoja. Pero nunca podrá sentirla.)

Porque él no elige entre vida y muerte. Solo entre muerte y muerte.

Porque solo se lleva, nunca recibe.

(Por un instante, su postura cambia. No es miedo, no es derrota. Pero tampoco es triunfo. Es aceptación. Un respeto silencioso a lo que no puede poseer.)

TANATOS:

Puedes seguir.

HOMBRE:

(Asiente. Pero antes de moverse, observa a Tanatos. Y en su inmovilidad absoluta, en su destino inmutable, comprende algo que la Muerte jamás podrá entender.)

Él ha elegido.

(Y entonces, en el final de los tiempos, el Hombre avanza… y Tanatos no lo sigue.)

EPITAFIO DE LA PLENITUD

“La Muerte no tiene poder sobre lo que ha sido dado sin reservas.

Lo eterno no es lo que sobrevive, sino lo que deja huella en los demás.”

La luz después de las nueve

lunes, marzo 10, 2025 Permalink 1

La condescendencia es hueca, un eco sin peso, un aplauso sin alma.

No hay grandeza en lo entregado sin convicción ni valor en lo otorgado sin lucha. Lo cotidiano, en cambio, tiene el poder de sostener la épica.

No es la excepción la que nos define, sino la posibilidad de que cada día contenga su propio relato, su propio filo, su propia llamada en la noche. 

Porque hay noches en las que basta una presencia para disolver el abismo.

La soledad nunca es total cuando existe la complicidad, ese pacto silencioso entre almas que se reconocen.

En la lucha entre el aislamiento y la necesidad de crear vínculos, hay quienes eligen la distancia y quienes construyen puentes con la mirada.

La fascinante elegancia de la felicidad está en saber cuándo cruzarlos. 

Cuando dejamos de fingir que el misterio es necesario para la belleza abolimos su secreto.

Porque lo bueno siempre es bello, y lo bello, por su propia naturaleza, siempre es bueno. No porque el mundo sea justo, sino porque el equilibrio, en su forma más pura, tiende hacia la armonía. 

Y luego están los profesionales de la adoración, aquellos que han hecho del gesto reverencial un arte, que saben convertir la admiración en un lenguaje sin servidumbre, que elevan lo sublime sin entregarse al servilismo.

Son aquellos que entienden que la fascinación no es posesión, sino el reconocimiento de algo que nos trasciende. 

Las cosas esenciales, las que de verdad importan, ocurren después de las nueve.

Cuando la luz se suaviza, cuando el tiempo deja de ser un tirano y se convierte en cómplice, cuando la vigencia de los sentimientos y las aspiraciones legítimas ya no necesitan justificación mas allá de la ternura.

Porque lo que es verdadero no caduca, no se disuelve en la prisa ni se desvanece con las modas. 

En ese espacio, cuando el día rinde su rostro y la noche apenas empieza a susurrar sus promesas, es donde las historias encuentran su lugar, donde la épica se filtra en lo cotidiano, donde la presencia y la palabra aún pueden cambiarlo todo.

Cartografía de lo invisible

miércoles, marzo 5, 2025 Permalink 1

Se han descolonizado los sueños, pero no su impulso. La fiebre por vivir no es un destino lejano, es el fuego que nos mueve ahora. Todos los caminos se andan y se desandan, pero cada huella que dejamos es una promesa de regreso. 

Mover el paquidermo de la conformidad es el gran reto de la humanidad, pero sabemos que no se vence con fuerza bruta, sino con ideas que lo despierten, con historias que lo inviten a danzar. En todo hay un relato dominante, pero más allá del ruido buscamos el mensaje verdadero, la chispa que nos haga mirar con otros ojos. 

Dejamos huella mientras imaginamos otros mundos. No como fuga, sino como expansión. Buscamos nuestra voz no para alzarla en el vacío, sino para tender puentes a pensamientos milenarios, a verdades que esperan ser redescubiertas. Teñimos nuestros miedos con preguntas, los desarmamos con sospechas y, a veces, con ternura. 

Mutamos, pero no nos perdemos. Porque mientras buscamos vínculos afectivos que nos anclen, también aprendemos a soltar lo que nos ata sin razón. En la vida siempre estamos dando puntadas subversivas sobre el compromiso, hilando nuevos significados, tejiendo la red invisible de lo que realmente importa. 

Hay que buscar un eje al que volver en cada momento en que nos sintamos errantes, un contrapunto a cada revolución, un espacio que ocupar con sentido. Recuperar el significado de las palabras y, sobre todo, el de los silencios. Porque en ellos a veces están las respuestas, las certezas que no se imponen, sino que florecen. 

Como hay tristezas que te pueden consumir, también hay esperanzas que te reconstruyen. Como combatimos permanentemente el anhelo y el desamparo, también aprendemos a vivir en el movimiento, en la posibilidad. Creamos nuestros propios pulsos narrativos como prueba de que no hemos pasado en vano, de que hemos dejado un legado y hemos consolidado una vida que vale la pena ser contada. 

No buscamos solo una voz, sino el eco que nos guíe y nos haga avanzar. No solo refugio, sino horizonte.

El peso y la brisa

lunes, marzo 3, 2025 Permalink 1

En este instante, donde la lluvia golpea con fuerza y la melodía del Canon de Pachelbel traza su ciclo infinito, me detengo. No por cansancio, sino por plenitud.

El humo del puro se disuelve en el aire, como los días que han pasado, como las risas que han resonado y las lágrimas que han caído. Todo ha tenido su lugar. Todo ha valido la pena.

He caminado junto a quienes la vida me ha regalado, en la dicha y en la tormenta, en los abrazos que sostienen y en las despedidas que desgarran. Cada uno ha sido parte de este sendero, dejando su huella en mi historia.

A quienes reímos juntos hasta que nos faltó el aliento, gracias.
A quienes compartieron su llanto sin vergüenza, gracias.
A quienes se quedaron, gracias.
A quienes se fueron y dejaron un eco imborrable, gracias.

Hoy no hay nostalgia, solo gratitud. No hay peso, solo certeza. Lo hecho y lo por hacer se entrelazan sin prisa, sin miedo, con la convicción de que cada paso ha tenido su sentido.

Porque si algo he aprendido es que la vida es el equilibrio perfecto entre lo que sostenemos y lo que soltamos, entre el peso que nos forja y la brisa que nos impulsa.

Y en este instante, entre la lluvia, la música y la pausa del mundo, soy todo lo que fui, lo que soy y lo que seré.

Porque cada despedida construyó mi camino.
Porque cada abrazo me sostuvo.
Porque cada historia, en su luz y en su sombra, ha sido un privilegio compartirla.

Las dos caras de un adiós

miércoles, febrero 26, 2025 Permalink 1

Hay adioses que pesan como piedras, 
que se clavan en el pecho y laten 
como un eco de lo que ya no será. 
Se van con la sombra de lo que fuimos, 
con promesas que nunca encontraron su puerto, 
con palabras que murieron en los labios 
antes de hacerse verdad. 

Pero hay otros adioses que liberan, 
que son aire después de la tormenta, 
la puerta que se abre hacia el vacío 
y nos deja, por fin, respirar. 
Se llevan el peso de lo que ya no encajaba, 
de lo que fue demasiado tiempo una cárcel, 
de lo que insistimos en retener 
cuando ya solo era ruina disfrazada de refugio. 

Dolor y alivio caminan juntos, 
como dos sombras que se miran 
desde lados opuestos del mismo abismo. 
Porque un adiós es siempre un quiebre, 
pero a veces, en la grieta, 
es donde entra la luz.