Hace cien años – al menos-
 
que no bailo en la calle.
 
Y no recuerdo cuando perdí
 
ese derecho de mi capricho.
 
 
Recuerdo
 
risas fáciles.
 
Abrazos.
 
Choque de palmas.
 
 
Comentarios atrevidos.
 
Miradas cuasi lascivas
 
al paso de unos pechos
 
ignorando la gravedad.
 
 
Choque de vasos.
 
Letras inventadas.
 
Con el único fin
 
de inventar ilusiones.
 
 
Ahora me siento y observo.
 
Recuerdo y sonrío.
 
Y no es suficiente  vivir
 
anudado sin sentido.
 
 
¡Que importante son las chispas
 
en la mirada furtiva 
 
que invade tu espacio
 
sin pedir permiso!
 
