En el jardín se arremolinan solas
las sedientas hojas del viejo jazmín.
Una orquesta para un solo espectador
que no percibe el fondo de la sintonía.
Las junto en una esquina apartada
y las purifico con fuego de mi encendedor.
Arabescos y risas nadan junto al humo
capitulando interminables letanías.
Hoy la tarde es caprichosa,
y el atrezo en blanco y negro.
El infinito se hace fuerte
más allá de nuestro universo.
Espero que mis errores se oxiden
y sobre un manto de hierba pajiza
surja el impulso de un brote
que puntee el sendero del mañana.
entre ocaso y amancer
No sabemos divertirnos.
Hemos olvidado lo importante que es
saciar nuestro deseo bebiendo
hasta el fondo del vaso de la risa.
¿Para qué el aliento?
¿Para qué detenernos a intervalos?
¿Tenemos miedo del goce de los sentidos?
¡Reimos con la avaricia del codicioso!
Porque somos nube emigrante que,
dudando entre ocaso y amanecer
termina siendo lluvia que se diluye
anónima entre agua de mar.
Momentos estelares
La vida tiene momentos estelares.
Uno de ellos tiene que ver
con los movimientos arriesgados
para los que no dispones de ases guardados.
No son muchos. Pero siempre intensos.
La mirada brilla y tus manos se tensan.
La adrenalina suple la sangre.
Y esperas impasible al momento culminante.
No existe antes ni después.
Solo el momento.
Tú y el trofeo.
El trofeo y tú.
Conseguir lo soñado.
Lo milimetrado.
Lo deseado.
El mito sometido.
Luego sonríes.
Te centras.
Miras a tu alrededor.
Ubicas donde estás.
Eliges el reto siguiente.
Recuperas la humildad
que te regala cada comienzo.
Y vas a por él.
Sinuoso.
Silente.
Taimado.
Certero.