La mañana es especialmente fría.
Las ventanas del coche despiertan jaspeadas de noche.
En el poste de teléfonos ya otea un cernícalo su primera presa.
A través de las paredes flota Frank Sinatra y uno de sus duduá.
Llego a la cafetería de siempre. La de los buenos días monótonos.
La televisión trata de exorcizar el ambiente con villancicos impersonales.
Pongo atención a las conversaciones dispares de cada mesa.
Los mismos dolores de Juan, innovando por la excesiva humedad.
Mari Carmen sigue wassapeando en la misma conversación de ayer.
La parejita del fondo se habla. Son jóvenes y tienen el brillo en los ojos.
Me saca de la introspección un altisonante “buenos días, ¿lo de siempre?”
¿Desde cuándo me he convertido en mi padre y soy tan previsible?
No gracias, hoy ponme un bocadillo de tortilla y un café. Es noche vieja.
Me sorprendo. Que tendrá que ver la Nochevieja con la tortilla. En fin.
Desayuno, comienzo a tararear al viejo Frank y muevo mis pies al compás.
Debo hacerlo más alto de los que pienso porque me mira mal el vecino.
Paso. Me hundo en el aroma del café y vuelo lejos. Hacia nuestro paseo.
Tres o cuatro vueltas a la misma planta del centro comercial sin parar de hablar.
¿Será un record Guinnes de esos? Es preciosa. Encantadora. Culta y sutil.
Además me partía de risa con sus arranques virulentos basados en la ideología.
Tal vez era su edad, o que aun tiene hambre. No se me ocurrió contradecirle.
Ni tan siquiera darle ese barniz que te da la experiencia. Debía seguir pura.
Dos besos apurados al borde de la escalera metálica y fue desapareciendo.
Creo que el contoneo era forzado, por lo cual era una señal para no olvidarla.
Y ahí se quedó, en el borde de la niebla del pasado, donde mora la nostalgia.
Ahora sonrío. Seré tonto. O tal vez no. Ya tengo un motivo para las doce uvas.
Doce oportunidades para volver a verla. Doce raciones de aroma cítrico.
Ahora ya puede llegar el fin de año. Mi armadura brilla. Las nubes se levantan…
Pero esa no es otra canción. Estoy fatal. Necesito una copa. Allá voy.
…Feliz año. Un abrazo o un beso. Pero feliz año.