Despierta.
Tu presencia es ópera en tres actos, cien estrofas, una caricia y dos abrazos.
Gota a gota. Musa a musa. Caricia a caricia, te coronas reina sempiterna.
Ahora entiendo porque en el aire germina el vital e inexcusable beso.
Te incrustaste en mi existencia. Entre las palpitantes rayas de mi mano.
Despierta.
La vida te espera. La frágil lluvia voltea sembrada de estelas.
Mi piel resbala y espera tus manos con inusitada pasión.
El día florece entre un mirlo rojo, una nube y una tímida flor.
Mi corazón te espera. Mi nueva vida no quiere seguir desierta.
Despierta.
¿Dónde estabas cuando latía el corazón y la noche cautivaba pestañas de sal?
¿Cuando las palabras eran futuro, el camino pausado y los besos entendían de alegría?
¿Dónde estabas cuando la traición arrebató mis sueños sin consuelo al frio de la sangre?
Hoy, mis pestañas se funden en lágrimas huecas que no logro contener.
Despierta.
Me siento anudado a ti. A tus pestañas. A los rizos de tu pelo.
A tus miedos. A tus cambios de humor. A tus pequeños enfados.
A tus sorpresas por la espalda. A las noches carmesí.
Un chispazo de vibrante energía me embelesa a tu cintura.
Despierta.
Bajar a los infiernos es un paseo de la mente si lo hacemos entrelazados.
Cuando el rojo no es pasión sino entrega, el tiempo corre, y el aire quema.
Me gusta el riesgo que rezuma tu piel. Excitantes colores disueltos en sal.
Inmóvil, dulce y oscura ,emerges desde el fondo de un atisbo de locura.