El Zaguán de tu casa.
No muestro lo que soy, porque lo dejé en el zaguán de tu casa
cuando te daba los buenos días buscando indicios de tu sonrisa.
La maravillosa adolescencia. Embrión de lo que soy hoy en día.
No tengo recuerdos yermos de risas, ni huele tierra quemada.
La ilusión nutre el almacén de pensamientos que llamo recuerdo.
Fuimos apología del deseo consumado en una beso azul celeste,
que asentó mi corazón patas arriba las siguientes mil y una noches.
Mi poesía es la semblanza de una tropel de sonrisas encadenadas.
Una luna hermética que solo vivía en las calles oscuras de mi barrio.
De vez en cuando ensayo sensaciones eligiendo precisas palabras
que revolotean con una fragilidad digna del encanto que derrochaste.