Algo que es cierto, lo es desde su principio.
Hoy ha fallecido mi profesor escolar de matemáticas.
Y, como se daba en aquellos tiempos, también de deporte.
Un ser extraordinario que forjó la mente y el cuerpo que soy.
Recuerdo salir a la pizarra a desarrollar un problema,
y tras largos minutos escribiendo y borrando,
presentaba la resolución con un sonoro rechazo del resultado.
Borraba todo lo hecho y lo repetía, dos o tres veces.
Siempre con el mismo resultado insatisfactorio.
Desanimado. Preocupado por el cero de la nota, desistía.
Le preguntaba al profesor, ¿cuál es la solución?
La respuesta casi siempre era la misma:
La primera de todas. ¿Porqué la borraste?
Es que Vd. Me dijo que estaba mal.
¿Y quien soy yo para decir mentiras si tu tienes la razón?
Si dudas pierdes. Tu tiempo. Mi tiempo. Y el de tus compañeros.
Tienes un cero y la próxima vez aprende a defender lo que haces,
antes de rendirte.
En el campo de los deportes no era distinto:
Horas y horas jugando a futbol, baloncesto, voleyball,
balonmano, carreras, relevos, ajedrez.
Y tobo bajo la motivación de sumar o restar un punto
en su otra clase de matemáticas según el resultado.
Aquello eran batallas campales. Había que competir.
Para ello seleccionábamos a los mejores.
A veces con mayor, a veces con menor fortuna.
Pero siempre queríamos ese punto necesario
para aprobar o mejorar las notas.
Mejor que las chuches o los reconocimientos.
Lo habíamos concedido peleando en todo y entre todos.
Tal vez no tenía nada de pedagógico.
Ni era la ortodoxia educativa mas pura.
Pero era su método y funcionaba.
Y así fue. Y así soy.
Su obra y mi vida.
Gracias Don Clemente.
Gracias infinitas.