Cada vez estamos más cerca de alejarnos,
mientras toda nuestra historia, la llevo a cuestas.
La frágil fortaleza de las lágrimas derramadas
que se evaporaron en el borde de las pestañas.
Desenredo la oscuridad aparejada al silencio
de aquellos besos hurtados que no tenían fe.
El vértigo de desnudarte y no salir corriendo.
Eras tu propia luz y no necesitas, de manera alguna,
buscarla, una y otra vez, en almohadas usadas.
Atrincherando remordimientos tras un amor desesperado.
Rincones de silencio, especializados en reverberar tristeza.
Huyo de la sensación de la palma de mis manos
que se arrugan, de a poco, sin sentir palpitar ajeno.
Quien posee magia no exige sombras ni trucos agazapados.
Prefiero la ilusión de cada despertar,
que cien horas en la barra de un bar.
Incluso, cualquier ilusión.