Nunca dejaremos huella
si no dejamos de mirar hacia abajo.
Pues lo único que haces
es limitar tu capacidad
para observar tu culminación.
Tiene algo de catarsis.
Algo de magia.
Algo de resurrección.
Si alguien te entrega su vida,
al menos, debes garantizarle
la vuelta concluyente a casa.
Asirte al mástil de la realidad
cuando te lo has jugado todo,
tratando de perseguir
la ilusión de ser otra cosa,
por enésima vez.