En el alba, bajo un cielo de acero, el samurai despierta su espíritu guerrero.
Su katana, fiel compañera de acero y fuego, refleja los anhelos que su corazón recrea.
Las montañas susurran secretos ancestrales, mientras el viento danza con hojas de cerezo.
El samurai, en su soledad, busca respuestas, sus sentimientos como olas en un mar inmenso.
En su mirada, la melancolía y la pasión, como el contraste de la luna y el sol al alba.
El amor, un crisol de fuego y fragilidad, se entrelaza con la espada en su alma.
¿Qué es la vida sino un camino ornado de hojas secas?
El samurai camina, sin miedo a la muerte, sus emociones como pétalos de sakura, cayendo suavemente en el río de su mente.
La lealtad, como el jade incrustado en su armadura, y el honor, como el filo de su katana afilada,
se funden en su ser, como el acero y el fuego, creando un poema que rima libre en su alma.
Así, el samurai avanza, entre sueños y acordes, sus sentimientos como notas en una partitura.
En cada batalla, en cada amanecer, se canta su historia, su lucha, su aventura.
Y cuando el último suspiro se escape de sus labios, el samurai será un verso en el viento.
Una melodía eterna que resonará en los campos, donde los sentimientos y la espada encontrarán aliento.