Fragmentos de ti

lunes, septiembre 8, 2025 Permalink 0

Mírame un momento, sin bajar la mirada.

No te hablo desde la prisa,

ni desde el ruido que cargamos sobre los hombros.

Te hablo desde el silencio,

sentados bajo la sombra de un árbol.

Porque a veces callar también es decir,

callar es elegir cuándo la verdad se acomoda en la piel y no lastima.

Callamos por valor, por miedo, por amor.

Callamos porque algunas palabras no caben en este mundo,

y solo el alma las reconoce.

Mientras callamos, nos descubrimos frente a nuestra propia Némesis.

Cada uno carga con la suya:

una memoria que arde, un error que lacera,

una herida que insiste en recordarnos que somos humanos.

Y sin embargo, mirarla de frente no es rendirse,

es reconocer que la cicatriz también forma parte de la victoria.

A veces pienso en una segunda oportunidad.

No la que alguien te concede,

sino la que uno se otorga a sí mismo.

Ese instante en que decides decir:

“Esta vez me perdono.

Esta vez me abrazo.

Esta vez camino libre.”

Porque nadie devuelve lo perdido,

pero siempre podemos volver a darnos lo que merecemos.

En ese gesto íntimo encuentro mi hogar.

No un lugar con paredes y cerrojos,

sino el refugio que se construye dentro:

el aroma de quien te abrazó cuando más lo necesitabas,

el eco de una risa que te salvó un día entero,

una caricia que aún vive en la memoria,

como si el tiempo no pudiera borrarla.

Ese hogar hecho de fragmentos de ti,

que nada ni nadie puede arrebatar.

Herencias invisibles también nos habitan:

los gestos heredados,

las maneras de mirar,

los silencios,

las penitencias que repetimos sin saber por qué.

Y en ese tránsito, tenemos la tarea de pulir,

de limpiar,

de entregar a otros el trigo sin la cizaña,

para que quienes nos sigan encuentren algo más claro,

más digno, más suyo.

Todo esto lo pienso aquí, contigo en el centro de mi mirada.

Porque este tiempo, aunque prestado, es nuestro.

No nos lo dieron para guardarlo,

sino para vivirlo, abrazarlo, compartirlo.

Para hacerlo círculo.

Para reconocernos dentro de él.

Si algo enseña este árbol bajo el que nos sentamos,

es que el silencio puede ser más dulce que cualquier palabra,

que una segunda oportunidad cabe en cualquier alma valiente,

que un hogar verdadero se lleva adentro,

que las herencias invisibles laten como un pulso en la muñeca,

y que el tiempo prestado no es un aviso de fin…

es una invitación a disfrutarlo todo.

Así que mírame un instante más.

No porque busque respuesta,

sino porque quiero que sepas que, en esta vida,

vives dentro de mi círculo.

Y ya resuena como nuestro.

Amar es esto:

un acto intenso en sí mismo,

limpio,

que no necesita promesas eternas,

sino la certeza de que hoy, ahora,

soy tuyo y eres mía,

y que en ese círculo de entrega cabe un mundo entero.

Es la forma más luminosa de ser.