Curiosamente
me siento invencible.
Y sin embargo
no quiero brillar.
Un día aprendí a volar.
Y, sin libro de instrucciones,
forjé un aterrizaje forzoso.
Sobreviví, pero mi sangre se heló.
Hoy me dedico
a apuntalar estrellas.
A redecorar escenarios,
y a controlar la llave del gas.
Nunca me ha importado perder.
Pero hoy tengo que decir
que me siento incompleto
por no atreverme a remontar.
Tal vez sea irrefutable
que no todos podemos ser reyes,
y alguien tiene que ejercer de general.
Pero duele tanto, que ni gritando alivia.
Es una maldición
poseer un alma capaz de volar.
Y que la vida, y la estupidez,
hayan quebrado tus alas.