Cada mañana el tiempo viene a despertamos a nuestra cama.
A veces con sigilo. A veces con una pasión desenfrenada.
Recorre todas las partes de tu cuerpo y luego me las entrega.
Poco o poco, casi desmenuzando el sabor en efervescencia.
A veces me escondo y dejo que me atrape.
Como un niño ruin que busca un abrazo tras la travesura.
Pronunciar contigo los buenos días consiste en colorear la mañana.
Sobre ti, se esculpió un alma que no deja de bailar.
Vine a esta vida solo y, si puedo, me iré contigo.
En silencio.
Con los dedos entrelazados
y la mirada forjada de escarcha.
Espero amor y me das vida.
Hasta aceptaría muerte.
Con su propia resurrección.
Vive dentro de mí.
Nunca padecerás de soledad.
Siempre sobrevivirás al viento.
A las piedras de mi jardín.
Apaga la luz.
Es hora de encender el alma.