Imagen: Antoneta Wotringer
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¡Qué mágicas noches aquellas!
Donde tu piel se impregnaba
y mis sueños se deslizaban.
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Cuando la entrega era impasible.
Y el rojo destilaba entusiasmo
entre manos anudadas.
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Un punto equidistante
entre el escalofrío y el tiempo.
Entre el nacimiento y la muerte.
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Nací tocado con alas de piedra.
Hasta que enseñaste a mis labios
como se vuela.