Imagen: F. J. Alfonso
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Las pinceladas cotidianas, me gusta compartirlas contigo.
La radio inventando canciones, y la tarde abierta de par en par.
Movemos una pieza, en el tablero del arcano.
No hay colores definidos, ni brisa cálida o envolvente.
Todo es caótico e intenso. Y más aun,
adornado con un ramillete violeta de besos.
Que extraña tu presencia.
Fresca, ardiente y sonora.
De esas que te transportan
entre universos afines.
Ahí está tu piel, tersa y desnuda. Aquí mis deseos perdidos.
Envueltos en un simple trozo, brillante y de seda.
Inventemos una marea de ardientes miradas.
Un retazo de piel. Blanca, brillante y escarchada.
Un silencio de tus labios acontece en mi almohada cada noche,
en el preciso momento que busco la última luz en mi ventana.
Me gusta tu sabor a limón
con destellos efervescentes
de fresa y melocotón.
Respirar el dulce elixir
de tu cuerpo extenuado,
junto al cuello anudado.
Renacer a tu lado en el deseo
La sonrisa complaciente
cuando despierte.
Sube el telón. Comenzamos a andar por la vida.
Deja en el camino historias de vínculos desatados.
Giras ciento ochenta grados. El mundo es el mismo pero al revés.
No reconoces forma ni color. Ni tan siquiera el eco rebota igual.
Un día. Donde el aire llora, y el tiempo se congela,
el espíritu claudicará ante la bajada del telón.
Pero eso día, no será hoy.