Imagen: Mark Brosniham.
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Te propongo renovar ataduras, perennes en el deseo.
Esas que nunca se ven. pero que necesito como tus caricias.
Mimos longevos, libres del peso de angostos pasados.
anclados a tu piel de estimulante trigo dorado.
Indisoluble lujuria atrapada en mis manos. Sangre de vida que gotea postrándose a tus pies.
Mejillas jaspeadas de miel y sosiego, ungidas de elixir sinuoso, del lecho de rosas de tu jardín.
Una voz que promete ecos incandescentes por sobre mi cuerpo. Arte e incienso.
No necesito héroes tatuados con mil batallas si danzas cerca. Presente.
Acaso necesito verte salir del baño, envuelta en vapor estrellado, o simplemente,
ruborizarte con un beso robado, raptado mientras te maquillas frente al espejo.
Cuando andas por la habitación eligiendo enloquecida el vestido apropiado.
Aprovecho para rastrear las tenues fragancias que dejas a tu paso.
Canela con ribetes de anís estrellado. Te sueño imposible.
La cama acuna tu silueta. La almohada cuenta los sueños a las telarañas.
El alfeizar aun contiene agua de rosas, infusionada con la piel de tu cara.
Las flores del jarrón reverdecen al despedirte en el zaguán hasta la tarde.
La mesa de noche despierta lentamente con el calor de una taza de café.
No quiero ser culpable de respirar y romper este mágico momento.
Y sin embargo no puedo dominar el impulso de abrazarte
Ese que me enseñaste cogiendo mi barbilla, moviéndola cual marioneta.
O del castigo de mil mordiscos cariñosos a modo de reprimenda.
Me encantan estos momentos. Mis momentos.