No hace falta que tus manos se posen en mi cuerpo.
Pues eres fuente inagotable de sueños y deseo.
Y aunque mi apetito por ti siempre superó a mi juicio
No dejo de guardar una bala que siembre el silencio.
Mi silencio.
Dispongo de dos días para tu sonrisa perfecta.
Y otros dos para disfrutar la anhelada respuesta.
Eres la infinita cintura bajo tu sombrero al viento.
La arcilla resbaladiza que alberga entre los dedos.
La lumbre que da la espalda al frio de la noche.
El deseo engendrado en el aire que anida en tu pecho.
La mujer que tiñe su corazón de música y romance.
Una gota de rocío que evade la justicia entre nubes.
Lo infinito rebuscado en la inmensidad del bolsillo.