Bajo el manto de las sombras,
tanto me aparto de la soledad
como me sumerjo en ella.
He amoldado mi alma
para sobrevivir con dos gestos,
y evasivos recuerdos.
Aun chispea la nostalgia de aquel beso
con el que fuiste capaz de hacerme volar
sin separar, un centímetro, mis pies del suelo.
Nunca tu piel será huérfana de deseo.
Siempre la recorrerá un halo de fuego.
Nunca tus caderas se moverán solas.
Las mías han nacido para recibirte.
Anoche estuve deshaciendo nudos eternos.
Que no lo eran.
Descifrando palabras huecas y monosílabos.
Inconexos.
Anoche encontré la frontera entre tu mundo y el mío.
Y mi fe en las trompetas de Jericó se tambaleó.
No se pueden sostener dos reinos en un universo.
Capaces de percibir que las estrellas no tienen dueño,
aprendí a desangrar mis principios más profundos.
Desafiar la insondable soledad de las estatuas de sal.