A veces, nos enquistamos en las miserias,
y olvidamos que nacimos vulnerables.
Que el miedo y el tiempo nos convierten,
el alma en frágil y menguante, a poco que te distraes.
Queremos vivir cada día bajo el universo
que nuestros padres crearon para nosotros.
Sin que nos enseñaran que, con el tiempo,
hay que mantenerlo orbitando desde dentro.
Al final, acampamos a las puertas del infierno
por un poco de calor artificial e interesado,
que hace que la venda de los ojos
nos maquille un mundo abismal y confuso.
No olvides que para corregir el rumbo,
basta recordar unos segundos
que la más bella flor
no es posible sin estiércol.