Entre viejas canciones,
cuyas letras has olvidado,
y personas vitales,
que vendieron su alma en algún recodo,
te queda el consuelo de unas fotos caídas
y el eco adormecido de un barranco perdido.
Sumerges en el mar, tus pies inflamados.
A cambio, solo esperas algo de alivio.
Ya no eres capaz de sentir placer
mas allá del tiempo que tardas
en recordar algún desgaste emocional.
Has perdido la ilusión por poseer.
Tan solo disfrutas de la alborada desde la esquina,
o el caprichoso lienzo con el que el final del día
te susurra unas escarchadas buenas noches.
Sin duda,
la muerte de las emociones
son el preludio de la rendición de la carne.
Aquí nació y murió una laurisilva.
Aprendió a escuchar a lomos del viento.
Compartió secretos en el cobijo a los amantes.
Con la tenue lluvia aprendió a acariciar los amaneceres.
Respirando el aroma de la tierra, recitó cientos de poemas.
Siempre quise vagar por las cumbres, pese a mis profundas raíces.
Entonces, arrojé mis esporas a la espera
de anidar en los volcanes de mis islas.