Camino por la vida con los bolsillos repletos de añejas canicas y rodillas raídas.
Nunca cuento lo que poseo. Tampoco soy miserable, y comparto mis ilusiones.
Adoro los camaleones. Su adaptabilidad. Su aparente frialdad al encarar tu presencia.
Camino contento. Vivo. Sueño. Sonrío a diario. Sin gota de miedo.
Aprendí a soñar bajo la lluvia con rumbo directo hacia la nada.
A regresar de puntillas, bien entrada la madrugada.
A veces me siento tan poca cosa que soy capaz de dormir en tu bolsillo.
A orillas de una canción. y en baja voz.
Ruedan gotas de rocío sobre la palma de mi mano.
Un vergel explosivo que fecunda.
Un tintineo semejante a la locura.
Hace tiempo que no pienso en retornar.
Nada me ata mas allá de donde quiero ir.
He llegado a mi orilla. Tiempo de descubrir nuevos mundos.
Partí de mi patria chica cuando comprendí que soy estandarte.
Los colores de la noche crepitan de manera casi imperceptible.
La armonía de este complejo de estrellas que llamamos habitualmente vida,
se arremolina en constelaciones de coloración concéntrica.
Nada es palpable. Pero tampoco efímero.
Llenaste de cielo invernal la sombra de la hoja del limonero.
No hay soledad en el agua de mar ,
ni armarios vacíos para sueños olvidados.
Allí donde se posa la huella fértil del deseo.
Elige trozos de piel aún inexplorados.
No hay papel que soporte la intensidad de mis palabras.
Cuando mis labios te buscan, o crepita tu piel.
Confluyes en mi hasta estallar en mil pedazos.
La nostalgia huérfana de almohada.
El ronroneo de tu respiración al costado.
Gracias por gravitar en mí orbita mientras me instalo en la tuya.
No somos seres suficientemente llenos de futuro. Ni vacíos de contenido.
Soy capaz de escuchar castaños oscilando bajo la bruma.
Sentimientos ondeando sobre la espuma de las olas.
Nubes que se balancean entre rosa y esmeralda.
Perlas nacaradas cuya pátina envidia el mismo cielo.
Eres sinfonía de percepciones ínfimas.
Un paisaje de otoño cruza tu frente.
Declina el sol su intensidad bajo la serena penumbra.
Declaro conquistada tu alma, y la mía, condenada.
No hay premio sin riego.
Ni ilusiones anudadas a un globo.
Hay nubes de quita y pon.
Rayos de sol que incendian sombras.