No puedo vivir lo que no puedo recordar. Porque lo negado no desaparece: se colapsa. Como el agua que no bebes, como el fuego que no nombras, como la arena que se desliza sin huella.
El camino está hecho de esas ausencias que callan, pero la piedra —la que te hirió, la que quedó tatuada en tu piel— esa sí habló. Habló con el lenguaje del dolor que no pide permiso, con la gramática del eco que habita tus silencios.
Soy hijo de un osario de emociones. Sí, lo acepto. Un cementerio de gestos, de nombres, de abrazos que no fueron. Me acogieron como se acoge al que no se espera, con una misericordia amputada, una compasión que llegó tarde o se disfrazó de castigo.
Y aun así, estoy aquí. No para gritar. No para romper. Sino para susurrar.
Porque las cosas que duelen, las que verdaderamente duelen, no soportan el estruendo. Se recitan bajito, casi temblando, para que quien las escuche, no huya… sino que se acerque.
Cuando conocemos nuevos mundos, estamos creando nuevas ilusiones. Nos damos cuenta de que, aunque estamos limitados día a día, la alegría es capaz de ampliar. Sobre todo, al atardecer.
Me encanta contar piedras blancas y piedras negras, como si fueran cuentas de un collar invisible que alguna vez me regaló la infancia.
Y recordar que hay abrazos tan extraños, que se pierden entre cada cien, doscientas posibilidades de besarte.
Hay una presencia capaz de cambiar la alegría, como un soplo que la redirige, como un niño que la colorea desde dentro.
No hay otro lado de la luna sin que vayamos juntos a por él.
Me encantan los besos dulces. Me encantan los silencios que los preceden. Me encantan los restos de mar que se nos quedan pegados en los tobillos cuando corremos hacia la nada, pero juntos.
Enséñame a sentir la poesía sin pedir permiso, a dejarme llevar bajo la cola de una cometa, caracolear entre las nubes y asirme a cada gota que desciende sobre ti hasta fertilizar tu piel.
enmudece la lágrima con una caricia. Elige una imagen y coloréala con palabras. Usa tu cuerpo como una brújula que me evada del caos. Suelta el pincel antes de aplicarlo y deja que vuele a su libre albedrío.
Recuérdame siempre lo mejor de lo que realmente soy. Intenta reinventarme. Siéntete libre, porque nada de lo que fue quiere permanecer si no es para caminar a tu lado.
Y no me hizo falta gloria, ni promesas, ni victoria. Solo andar contigo me pareció suficiente como para llamarlo vida.