Soy amante de los pequeños gestos.
De los principios y los finales.
De la belleza rebelde y, a la vez sumisa.
De la intensidad sin fin.
Del menoscabo de la incertidumbre.
De la dignidad del fracaso puntual.
Del matricidio para evolucionar.
Del dictado con tacto y paciencia.
De la dificultad prohibida.
De las sorpresas fascinantes.
De los colores particulares.
Del capricho de la luz.
Del alejamiento con sentimientos cercanos.
Del alfabeto de tu piel.
De la ceguera selectiva que me lleva a palpar.
De la miel con gotas de limón.
De los infortunios compartidos con cualquiera.
De la degradación de la vanagloria.
De la comunidad de nuestras palabras.
De las miradas de los otros.
De los criterios flexibles y mundanos.
De los paseos hilvanados con viento de cara.
De la importancia de la entrega contumaz.
Del santo grial de tu vientre.
Del espejismo de aquel beso robado.
Del arte que esconde tu abrazo.
De la deriva de mis brazos.
Del mito de la nada.
De mi soledad junto a la tuya
De vivir muy rápido.
De que existas, y yo también.