Todos nos enfrentamos,
varias veces en esta vida,
a un abismo de ignorancia,
cuando no,
al miedo previo a la locura.
Un sabor amargo y metálico
que nos deja un retrogusto
entre la arena del desierto
y el metal del abismo.
Este mundo loco
donde los hijos caminan
al libre albedrio del destino
del que queremos protegernos.
Siempre.
Amamos desde el mismo momento
en que aprendimos a comprender,
entre la escucha el desgranado
de momentos imperceptibles
y un trivial goteo de ensueños.
Asidos a la esperanza de la abundancia,
buscamos el palíndromo de nuestros sueños.
Mientras tanto, retas a la vida rompiendo reglas
para evolucionar delante del amargor desbocado.
Nunca estamos suficientemente preparados
para sentir el fracaso de la deidad,
cuando el éxito te rodea obstinado
sobre un denso celaje de humo.