Hay almas que envejecen a marchas forzadas,
fruto de un compendio de conversaciones
imaginadas con trazos aislados de cordura.
Me alimento de migajas de tus emociones
que abrevaron en una primavera conclusa
y siguen errando de corazón en corazón.
Se hace la noche sobre mis esperanzas
mientras fecunda una gota de roja sangre
sobre mi cansado espacio intercostal.
Aprendí a morir decorosamente
mientras jugabas a ser el puñal de Dios.