Ensayo y error sobre lo mejor de mi.
De camino hacia el abismo
secuenciamos la fértil sangre.
Desaparecen los errores de bulto
de una trama, excesivamente precaria,
y vista para sentencia.
Nunca pedí perdón por nacer.
Ni permiso.
Me vuelvo, a diario, a la infancia sutil.
La que se jugaba en silencio.
En la que observaba cauto
La construcción de castillos
efímeros y desordenados.
Las ansias tempranas,
que diría mi añorada Tía.
Un manojo de barro.
Un filo yermo de sangre.
Jadeos nómadas entre cuartos.
Risas. Inocentes risas.
Ya no soy capaz de mirar atrás
sin que me duela a espina dorsal.
Será por su incuestionable lejanía.
Por la ausencia de aroma.
Por aquellos que no están.
O los que quise, inútilmente, que estuvieran.
¡Quizás!