No sabemos divertirnos.
Hemos olvidado lo importante que es
saciar nuestro deseo bebiendo
hasta el fondo del vaso de la risa.
¿Para qué el aliento?
¿Para qué detenernos a intervalos?
¿Tenemos miedo del goce de los sentidos?
¡Reimos con la avaricia del codicioso!
Porque somos nube emigrante que,
dudando entre ocaso y amanecer
termina siendo lluvia que se diluye
anónima entre agua de mar.