Nací perdido bajo el temple de una cucharada de desconsuelo.
Me acostumbré a mirar la vida a través del humo de un puro.
Especiado. Ecléctico. Difuminado. Infinitamente opaco.
Intensifiqué la culpa hasta las barandillas de la entelequia.
Entendí la vida a través de fragmentos desechados por los demás.
Me indigné ante la comprensión limitada de un corazón menguante.
Buscaba acróbatas jubilados que me distrajeran por unas monedas.
Fingí anécdotas de viejas películas amontonadas en mi cabeza.
Buscando chispas en la esquina de mi alma
encontré el ardor que proyectan tus manos.
Me enseñaste a volar asido a una cometa
que revoloteaba, lejana, en círculos sobre ti.