Mi memoria traza, desde hace tiempo, historias a vuelapluma.
Un surrealismo incombustible anegado de urgencias e ímpetu.
Tal vez, la llave de los sueños, necesita engrasarse de nuevo,
ante la agonía de una musa caprichosa ilustrada con desamor.
Remamos, cada día, a favor y en contra de la corriente.
Buscamos el deleite del momento sin valorar el esfuerzo
que conlleva construir un palacio de uso propio y compartirlo.
Prefiero disfrutar pletórico, de la pinacoteca de los momentos
antes de convertir mi vida en un hidalgo museo en desuso.
No hay irreverencia en la distancia, aunque si un gran dolor.
Aprendemos a perder antes de atrevernos a ganar con riesgo.
Ni Hades es un infierno insoportable, ni el cielo una panacea.
El tedio de las palabras se conmueve con un simple gesto.
Se sublima con una caricia o con la mística del destiempo.
No quiero reinar sobre el páramo de una piel que caduca.
Una ficción alejada del narcisismo de la necesidad oblicua.
Siempre me he alejado de los senderos que se bifurcan y,
sin embargo, me muevo bien en el vaivén de las las olas.
Señalemos un día en el calendario y brindemos por la vida,
la veces que sean necesarias para reinventar la eternidad