La serenidad es la gran conquista tras la guerra.
Las únicas cenizas válidas son las que calientan el hogar.
Pierdes el sentimentalismo infantil que te rodeaba
y renaces con una madurez pausada e intensa.
El vino, si cabe, ensancha su cuerpo y aroma.
El placer deja de ser un encanto efímero.
Y aprendes que lo bueno del aroma
es que perdura más allá de la presencia.
Un desnudo ya no es adorno.
Es antesala de la culminación.
La refrescante sensación
de sumergirte omnipresente.