Los días se convierten en años.
Cada momento en rencuentro.
Sin pasado. Con cargas irrelevantes.
Sin excusas como puerta de escape.
Vivir el futuro, derramando el presente.
Vivir del aire fresco de mañana.
Ese, que siempre llega tarde,
y generalmente tergiversado.
Contemos casualidades
de diez en diez.
Para convertirlas en rutina
con incrustaciones explosivas.
Apaga la luz.
Deja que vele despierto
la mansa cadencia de tus pestañas
aleteando hasta iluminar el olimpo.