Mi boca calla por no tener labios que compartir.
Mis manos escriben palabras que no saben amar.
La distancia se conjura con el orgullo, y paren soledad.
Mi piel yace fría junto a la piedra de la hiedra extirpada.
Perdí el norte de mi alma y el tiempo encalló tras la tormenta.
Los porques ya no tienen eco más allá del silencio.
El corazón olvidó como estremecerse entre tus brazos.
Porque nuestro tu y yo lo has cambiado por tu y él.
Hoy no me pregunto nada.
Ni espero botellas flotando.
Ahora miro en la distancia
como materializas el hielo.
Las gaviotas nunca se olvidan de ti.