Adoro las palabras cifradas.
El códice entre líneas. La rosa escarlata,
Las tentaciones trastabilladas.
Lo irresistible me parece irrenunciable.
Y lo intenso, memorable.
Aprendamos a sumergirnos en las heladas mareas de cada mañana.
Porque el futuro, aun no tiene memoria, y es un lujo que podamos soñarlo.
No creo que la felicidad sea un trastorno mental transitorio.
En todo caso su falta sí.
Siempre me he considerado aprendiz.
No sé si por miedo a volar demasiado alto.
O porque siempre me ha gustado el vuelo rasante.
En realidad me da igual.
No me motiva el lustre por sí mismo.
Me gusta perseguir la oscuridad para saber dónde se esconde la luz.
Dejo volar mi corazón con la certeza que volverá con un brote de esperanza.
Aunque a veces muerda el polvo, no hay mayor orgullo que levantarse después de caer.
Algún día, cuando volar sea un hábito, haré una pirueta y desapareceré entre las nubes.
¿Para qué quiero la cordura si no puedo empeñarla para retar la razón?
¡Ven!
Abramos una ventana en el cielo y tomemos café con los duendes del atardecer.
Dime si las estrellas son destino o tan solo señales.
Caminar distraído sin pensar en el viaje de vuelta.
Volar con la mente perfectamente enfocada
hacia el punto exacto donde se cruza el camino.