Huellas huérfanas de estrellas.
Duendes a la deriva del deseo,
privaron del color a mi sangre.
Me doctoré en desiertos de silencio,
amontonando verdades oxidadas,
y un puñado de caramelos de menta.
Esperanzas roídas por el olvido,
me han convertido en un poeta,
cuya capa no protege del viento.
Malherido a base de ráfagas,
donde me refugiaba del estío,
aprendí a venerar mi mortalidad.