Imagen: Seth Watkins.
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Tengo los nudillos desgastados de golpear las puertas del cielo.
De recibir lecciones de anatomía, de esas que terminan con el corazón deshojado.
De fabular novelas insustanciales preñadas de aleteos, sin que se mueva un ápice de aire a nuestro alrededor.
Deseo escribir el epilogo con unos labios pegados antes que arrancar mis escamas.
No aspiro a ser maestro en inocencia, si no va acompañada de pasión sobre la clemencia de los sentidos.
Amar para sobrevivir desbasta las emociones, y a mi me falta valentía para convivir con el miedo.
Fenece mi esperanza a manos llenas.
Ninguna prosa es capaz de mantener este sentimiento dentro del contexto de este esplendor vacío.
Desentraña para mi cual es el secreto de un amor intangible a la poética del viento.
Susúrralo y desactiva en este espacio arbitrario e inconexo.
Siento que eres mía cuando me concedes el privilegio de disfrutar de tu sonrisa acariciándote bajo la piel.
Culmina la mañana avivando el fuego de tus uñas aferrada a mi espalda.
Nada aplaca este frío.
Ni el fuego. Ni la velada llama de tus recuerdos. Ni tan siquiera el negro aletear de tus ausencias.
Despierto con tu sabor incrustado en la comisura de mis labios.
La luz agoniza entre parpadeos bajo la sombra.
Declino vivir más allá de tus brazos.
Donde tus labios apresan la embriaguez jadeando a ras de suelo.
Rinde tus secretos a las puertas de mi alma.
La yema de mis dedos desatan magia entre tu pelo mientras erizan tu piel en mil pedazos.
El viento aulla tras la ventana verdes notas.
Bebo tu esencia ante la luz de sentimientos olvidados en un arcón de cerradura oxidada.
Enséñame a ceñir el brillo de mis ojos dentro de un acorde glosado entre tú y yo.
Nunca dejes de salpicarme con la lluvia de tu sonrisa.