Te haré una confidencia:
Las largas noches que en mis brazos culminan con una sonrisa solitaria.
No hay sonidos. Ni sábanas con vida propia. Una tenue respiración.
Me sobra fe. Y me falta aire.
Retorno eterno. Compartimos aliento.
He aprendido a decir infinito sin apenas ruborizarme.
He construido un mundo en el que la única llave la llevas colgada al cuello.
Solo me quedan cuatro antiguos pétalos de tu flor preferida.
Una manta doblada a los pies de la cama que acaricia mis pies.
Un aroma perverso que aparece en un rincón, siempre a traición.
Un puñado de calendarios con los días, meses y años, visiblemente vencidos.
El tiempo se puede inmovilizar y el dorado otoño se compone de ausencia.
Hay una chispa de distancia entre tu boca y a mía.
Épica en el viento cuando mece la copa del árbol.
Cuando lo hace tu sonrisa, no consigo consuelo.
Aun cuando el alma zozobre, mi último aliento burbujeará abrazado a tu cuerpo.
Me ronda un “te quiero” enmohecido tejiendo cadenas de acero.
Momentos inolvidables perennes sobre el viento.
Unos labios cuarteados que nunca pronuncian adiós.
Te quiero cerca y algo más. Delicadamente incrustada. Como recuerdo que apenas envejece.
Te quiero apuntalando las ruinas de mis errores más apoteósicos.
Mañana, cuando amanezca, recordaremos momentos y volverás a ser mía.
Tu piel chispeará como la primera vez.
Estirar el tacto de la yema de los dedos.
Un encaje que cubre tu cara y resalta tus trazos.
Un traje rojo bermellón doblado sobre la silla.
Una devoción que se multiplica.
No se vivir solo de aire.
Necesito algo palpable.
Un tacto irrepetible.
Un escalofrío a traición.
Tengo tan desgastado el recuerdo
que hasta las motas de polvo
se ríen mientras se escurren
revoltosas sobre mi piel.
Ha llegado un momento
en el que soy capaz de imaginar
cada línea de tu cuerpo
sin tan siquiera haberte mirado.
Escucho el crepitar de tu piel, aun tenue como el aire.
Siento el tacto de tus palabras cuando surcan mi cuerpo.
Así tu presencia este oculta, el deseo reproduce su propia luz.
No necesito razones para surcar el mundo en un barco de papel.
Tu mirada perpleja por la intensidad del deseo.
Mis pupilas cerradas cual felino que fija su presa.
Una noche mágica.
Un dulce calor
emana del frío
rompiendo costuras.
Solo me siento a gusto cerca de la llama que dibuja tu cuerpo.
Cuando los puntos cardinales comienzan en ti y terminan en mí.
Cuando sonríes sin control porque un ángel custodia tu vida.
Cuando los colores no son estáticos sino que fluyen por la habitación.
Cuando las constelaciones se alinean en tu lado de tu cama
El romance entre la suave brisa de verano y el brillo lunar.
El murmullo de la tierra anunciando inminente lluvia.
La canción inventada en el subconsciente mientras silbas.
Olvidarte de regresar atrapado por un reflejo de nostalgia.
Sentirte humano en soledad.
Viajar a mundos distantes sin moverte.
Observar quien te acompaña, más que mirar.
Amar y sentirte ampliamente correspondido.
Construir escalones hacia las nubes y derribarlas de un soplido.
Observar sonriente como el mar redondea los cantos de piedra.
Contemplar el crepúsculo mientras las nubes se tornan aire.
Besar tus labios para derretir la escarcha de tu corazón herido.
Te dejo escrito en el viento un sentimiento puro.
Un oasis al que podrás acceder en los tiempos de tormenta.
No habrá sentimientos abstractos ni reproches sin sentido.
El concepto de nube se centrará, únicamente, en su factor envolvente.
Los rayos serán lejanos y las tormentas de risa.
Todas las horas se orientaran al sol y no solo los girasoles.
Y la nieve cuando caiga sobre tu piel se deshará con el sonido de la lluvia tras el cristal.
Y sobre todo no existirá tiempo a tu lado.
Ni espacio más allá del deseo de tus labios.