No fuimos reyes
en la angosta escalada
que esta vida nos exigió.
No fuimos orgullo del deseo
de un puñado de almas mediocres
que nos engalanaron de cicatrices.
Ni fuimos el destino único
de unas palabas de ponzoña
amamantadas sobre mentira.
Pero hoy.
Erguidos en la mutua entrega.
En los sueños y la esperanza.
Bailamos sobre aquel infierno.
No hay quien dude.
Este imperio de los sentidos
ha renacido sobre el rescoldo
de un sueño indestructible.