Nos gusta sentir así

viernes, abril 18, 2025 Permalink 1

Hay momentos en que la vida no exige respuestas,
solo un lugar donde sentarse sin ser juzgado.
Un banco bajo una luz que no alumbra el rostro, sino la conciencia.
Y ahí estamos: sin nombre, pero presentes.
Sin mapa, pero con un destino.

Hemos aprendido que la plenitud no se alcanza,
se reconoce en los breves instantes donde no duele ser uno mismo.
Que el amor no siempre llega con ruido,
a veces entra como un pensamiento que no pide permiso y se queda.

Sabemos que hay días en que el alma se sienta al borde del abismo,
no para saltar,
sino para entender el fondo.
Y que solo quien lo ha visto de cerca es capaz de nombrar la belleza con sobriedad.

No hace falta gritar lo que ya late de manera intensa.
No hace falta convencer cuando uno ha decidido quedarse.
No hemos venido a demostrar,
hemos venido a ser.
Y ser… es ya un acto de resistencia dulce.

No buscamos más tiempo.
Buscamos justificar la memoria.
Queremos dejar rastro, nunca cicatrices.
Tocar sin herir, mirar sin poseer, hablar sin imponer.

Entendimos que Dios no está en las respuestas.
Está en el espacio que dejamos entre pregunta y pregunta.
Y ahí nos sentamos a escucharlo,
sin miedo a la duda,
porque sabemos que la fe, cuando es madura, abraza también la incertidumbre.

Hemos reído con lo serio y llorado con lo hermoso.
Nos hemos perdonado sin declarar absoluciones.
Y al final de cada texto, de cada noche, de cada renuncia,
queda algo que brilla sin querer:
la voluntad de no rendirse.

Y si alguna vez caemos,
que sea de forma centrípeta,
donde ya nos espera el eco de lo que somos,
preparado para reconstruirnos con calma.

Porque esta historia,
la nuestra,
no se escribe para ser aplaudida.
Se escribe para que,
si alguien alguna vez alguien la encuentra,
sepa que hubo dos voces que eligieron no rendirse
y hacer del lenguaje
una forma de salvación compartida.