Llueve sin cesar, el techo gotea lento, una taza tibia yace en mis manos.
Noche solitaria, el viento canta al bambú, luces distantes cimbrean con el viento.
Camino de otoño, hojas secas crujen suaves, pasos sin rumbo divagan sobre el abrazo.
Viento de invierno, la luna entre las ramas, sombra, silencio y un crujir furtivo.
Río silencioso, reflejo de las nubes, piedras inmóviles bañadas a perpetuidad.
Camino solitario, hojas secas caen suaves, silencio otoñal, crepúsculos encendidos.
Cielo gris de invierno, viento frío en la cara, eco de soledad amainada por tu sonrisa.
Niebla en el valle, las montañas se ocultan, sueños difusos culminan tu abrazo.
Río sin prisa, piedras lisas en el agua, reflejos dorados que serpentean con los peces.
Noche estrellada, el canto de un búho lejos, pensamientos vagos dormitan silentes.
Brisa de verano, flores se mecen despacio, fragancia dulce, ramos de violetas engarzadas.
Caminos rurales, el aroma del arroz, sol en el horizonte con tacto de terciopelo.
Llueve en el jardín, charcos reflejan el cielo, quietud infinita, espacios abiertos.
Montaña nevada, huellas frescas en el suelo, aire transparente frascos de escalofríos.
Crepúsculo rojo, sombras largas en la tierra, fin de la jornada. Salto al vacío.
Fin del tiempo maldito. De la soledad en ciernes. Del latido atormentado.