Te observo vulnerable.
Esa costumbre fugaz
con que parpadeas sumisa
después de un cálido abrazo.
El rastro infalible de tu voz.
Cuando te has marchado,
y un perfume seductor
intensifica mis sentidos.
Me encanta pecar
sobre el ascua de tu sueño.
Postrarme rendido
en el vientre que me ampara.
No existe casualidad
en las caricias compartidas.
Ni en la cadena invisible
que me retiene en tu cama.