Deja que tatúe en tu vientre las noches en que te he soñado.
Deja que las curvas de mi mano cimbreen sobre tu pecho.
Que arranquen un suspiro enredado como hiedra en un grito.
Deja que recoja tu cuerpo rendido al deseo de la noche.
Que aposente mis labios sobre tu espalda,
y mis manos bajo tu cuello en la almohada.
Deja que adore tu presencia y beba de la magia de tus caprichos.
Que duerma entre laureles de tu entrega acotando cada latido.
Acúnate en mi vientre. Sueña bajo mis manos.
Vierte cada uno de tus besos, sobre mí cuerpo.
Deseo las curvas celestiales de tu cuerpo.
Un puñado de sueños de gloria.
La posibilidad de ver todo en positivo.
Acumular amigos en torno a una mesa.
Desgranar en la retina un paisaje.
Olfatear el mar limpio y salado.
Cerrar los ojos al recibir el aire de la mañana.
Recordarte y escalofriar los sentidos.
El aroma a tierra mojada después de llover.
El tacto de hojas secas bajo tu espalda.
La alegre sensación de realizar sueños.
Incorporar sonrisas al camino.
Añoro perderme en tus caderas, y deslizar mis labios por tus curvas.
Dormir plácidamente, con tu mano postrada sobre mi pecho.
Empatar la noche y el día en un acto único.
Los susurros que recitabas antes de dormir.
Las sonrisas que dibujabas.
Desde el final de tu espalda hasta el borde de tu cuello,
tan solo hay tres palmos y una constelación entera.
Me gusta recorrerla a ciegas. Una vértebra, otra, un lunar, un espacio.
Al final, mis dedos hablan de sus hazañas como soldados de plomo.