Imagen: John Nell.
El regusto de tu piel persiste en las acciones del día y en mi forma de fantasear.
Ese último instante en que se despegan los labios y parece que gritan de necesidad.
El instante en que la yema de tus dedos cae distraída sobre mi cuello. Y me erizan.
La mezcla de perfume, piel, latir de tu pecho y mi vuelta alocada a la infancia.
Tu sabor.
Mi ancla.
Mi estrella.
Mi Dios.