A veces hacemos camino
y otras nos encontramos
sobre los raíles curvos
que alguien anteriormente vivió.
Muchas otras
nos estiramos de puntillas
tratando de cazar
un escurridizo rayo de sol.
En ese momento
una ráfaga de viento
nos quita el sombrero.
Una amplia y sonora sonrisa
lo persigue espontáneamente
por los desvencijados mosaicos del patio.
Te sientas.
Observas la escena.
Tu mirada se salpica de agua
y tu corazón deja de palpitar.
¿Hay algo más motivante que
buscarte
hallarte
y conquistarte?