Inventamos distintos conceptos de felicidad,
bajo el estricto ave maría de la misa de domingo.
Apenas sabíamos superar la desazón
por aquellos tiempos de desesperanza.
Aquellos cantos de canarios enjaulados
que nunca dejaron de reivindicar
la belleza de su himno.
Añoro aquella sinceridad juvenil.
Brutal y penetrante.
Aquella guerra contra la esclavitud gerontocrática.
La mayoría de historias resisten,
asidas por grilletes sofocantes.
Donde abolimos el colonial sometimiento paterno.
De aquellos mundos de papel y creyones mellados
por exceso de pasión.
Fuimos unicornios ungidos en las calles del barrio.
Un péndulo sin historia aparente.
Un futuro que se derramaba entre los dedos.
Amores desenterrados cuando aun
no florecía el alma.
Aprendices de caricias intuidas
y cuerpos por esculpir.
Hoy vivimos como bocetos rupestres
que necesitan de memoria o pasión.