Un páramo de esperanza

domingo, abril 29, 2018 Permalink 1

 

Con el tiempo,

he cambiado sueños

por escuetos acomodos.

 

No me gustó crecer.

Demasiado tarde.

Demasiado ingenuo.

 

He aprendido a domar estrellas

para guardarlas, paradójicamente,

en el fondo de la mesa de noche.

 

Apilo canciones y poemas

como quien siente miedo

de olvidar como vivió.

 

De vez en cuando un recuerdo

me grita quien quise ser

y miro de soslayo hacia otro lado.

 

Perfectamente preparado,

para ganar batallas y guerras,

acopio poses disuasorias.

 

Tal vez nada vale la pena.

Para guerrear por ella

debe madurar lo suficiente.

 

Si a esto lo llaman madurez

no sé si debí mandar a parar.

Infligirme un baño de ignorancia.

 

Aunque bien mirado,

lo mío es mío

y fue lealmente atesorado.

 

Si no gané todo lo que quise,

al menos peleé por todo

lo que se me antojó necesario.

 

No más nostalgia.

Todo lo que queda

debe ser intenso.

 

Será lo último.

Lo inesperado

Será bienvenido.ç

 

Lo inerte, lo reviviré.

Para que siga viviendo

o languideciendo.

 

Al fin y al cabo,

la extensa y silente llanura,

es un páramo de esperanza.

 

Brillo y silencio en la mirada.

Crujir de huesos en la empuñadura,

bajo la perfección labrada.

 

Hola y adiós a cada día.

Todo comienza y termina.

Un renuente ciclo sin fin.

 

 

Elige un faro.

miércoles, abril 25, 2018 Permalink 1

 

Elige un faro y ponte bajo el cobijo de su luz,

hasta que vuelvas a brillar por ti mismo.

 

 

Rodeado

viernes, abril 13, 2018 Permalink 1

Me rodea un infinito y sombrío sentimentalismo.

Una mirada sobre el vacío de un horizonte desdibujado.

Impalpables nubes de sal que desertan de la cresta de la ola.

Un vacío voluptuoso que entrecorta el aire que inspiras

y te abandona cuando, inconscientemente, suspiras.

Una desproporción de fe sobre un huerto angosto.

De esta manera, debe languidecer el espíritu

cuando culmina una batalla y te invade el férreo sabor

que derrama la sangre y la sal agria del sudor que sobrevive.

Un desorden insustancial que emerge sobre el remanso

de una infértil ola rendida sobre la arena de la última playa.

La insípida victoria de una guerra librada para los demás.

Esos que, hábilmente te seducen para que entregues

la vida que te han donado, para sus ganancias terrenales.

La mano huérfana de la simplicidad

encalla entre caricias acostumbradas.

Empuñas el frio acero con el ansia del final

en que se convierten todas las batallas.

Quiero terminar de pelear.

Vivir como he soñado.

Aunque antes confieso que,

he olvidado cómo hacerlo.